Valdivia. La ciudad donde se baña la luna. I Parte

“En el río Calle-Calle se está bañando la luna…” dice parte de la estrofa de una famosa canción que hace alusión a Valdivia, y siempre me pregunté ¿por qué habrá elegido la luna ir a bañarse ahí?

Y la respuesta llegó cuando vi la ciudad, recorrí las calles y caminé por la orilla de sus ríos. Sólo en ese instante me di cuenta por qué eligió ese lugar, y comprendí que no pudo encontrar un paraje más bello para refrescarse.

Valdivia es capital de la provincia del mismo nombre y de la Región de Los Ríos en Chile. Está emplazada en la confluencia de los ríos Calle-Calle, Valdivia  y Cau-Cau a 15 kilómetros de la bahía de Corral.

La primera noticia que se tiene de este lugar está registrada por el capitán Juan Bautista Pastene, quien fuera enviado por Pedro de Valdivia a explorar las costas chilenas.

Pastene divisó la bahía de Corral en 1544 y años más tarde, Pedro de Valdivia fundó la ciudad Santa María la Blanca de Valdivia el 9 de febrero de 1552 sobre un anterior pueblo indígena llamado Ainil, el cual llamó su atención por la belleza del paisaje y fertilidad del suelo.

El desarrollo alcanzado por la ciudad durante esos años fue tan importante, que muchos cronistas señalaron que Valdivia estaba en segundo lugar, detrás de Santiago.

Unos años después ocurrió el “Desastre de Curalaba”, considerado una de las principales acciones bélicas de la Guerra de Arauco, que consistió en la aniquilación casi total de los soldados españoles a manos de las huestes dirigidas por el toqui Pelantaro; desencadenando el abandono masivo de Valdivia, junto a otras ciudades y fuertes españoles del sur de Chile.

Es así, como el repoblamiento paulatino se reinicia en 1645 con el asentamiento de holandeses en la zona, refundándose la ciudad en su sitio original en 1684.

Valdivia creció convirtiéndose en un importante puerto, ya que se ubica en uno de los pocos ríos navegables de Chile y posee una bahía perfecta.

La importancia de esta ciudad radicaba en que, junto con el Archipiélago de Chiloé, era el enclave más austral de la costa del Pacífico y significaba un lugar estratégico de defensa para el Virreinato del Perú.

Es así como Valdivia no pertenecía a la jurisdicción de la Capitanía General de Chile, sino al Gobierno de Lima. La bahía de la zona, llamada Corral, llegó a ser una de las más fortificadas del mundo, contando con un sistema de 17 fuertes, que resistieron ataques de piratas y corsarios holandeses e ingleses, quienes nunca lograron saquearla.

En el año 1821 fue capturada por los fuerzas patriotas de la nueva república, lideradas por el Almirante escocés Lord Thomas Cochrane en la espectacular “Toma de Valdivia”. Esta batalla formó parte de la Independencia de Chile, librada entre tropas realistas españolas y tropas patriotas chilenas entre los días 3 y 4 de febrero de 1820, lo que significó perder a España la célebre fortaleza de Valdivia.

Esta es sólo una parte de la convulsionada historia que ha tenido Valdivia, una ciudad que ha sido golpeada por batallas y catástrofes naturales que la han hecho desaparecer, pero que hoy está ahí para deleitarnos con sus bellos paisajes.

Al parecer Dios hizo todo el sur de Chile a mano, porque Valdivia se abre ante los ojos rodeada de bellos, calmos y limpios ríos; con una arquitectura rica en relieves, colores y un sentimiento europeo del más puro.

Sus calles son limpias, casi a la perfección, y en las orillas del Río Valdivia los barcos se mecen al son de las aguas, mientras los obesos lobos marinos deleitan a todos los turistas, pidiendo comida a los pescadores de la zona, que venden la “pescada” del día en una pintoresca feria a la orilla del río.

En esta zona también se encuentra el Mercado y es posible encontrar cientos de artesanías, sobre todo aquellas talladas en madera.

En su pequeño paseo peatonal y plaza de frondosos árboles, se junta la gente a conversar relajadamente, sorteando entre las sombras el calor inusitado de aquel día.

Tal vez su larga historia la hizo prosperar y tener costumbres diferentes de orden y limpieza, o tal vez fueron los colonos holandeses que pusieron el toque europeo que contagió incluso a la bella vegetación.

Sin duda la luna eligió un lindo lugar para bañarse.