Y llegamos al final de este lindo viaje, donde la Isla Grande nos brindó todo su encanto, aquel que está inserto en cada uno de sus rincones y en cada uno de sus habitantes.
Nos quedaba el último día en la Isla y obviamente no podíamos dejarla sin conocer Quellón. Y aunque suene ridículo, puedo apostar que todos los que van a ese lugar hacen lo mismo.
Mientras íbamos por la ruta, cantamos a todo pulmón la canción folklórica más famosa de la zona, que dice más o menos así: “Voy pa´ Quelloooón, voy pa´ Quellooónn en busca de un nuevo amor…” (Vals chilote El Gorro de Lana).
Quellón está en el extremo sur de la isla y fue fundado en 1905. Es la comuna más grande de Chiloé y posee el puerto más importante de la Isla. La procedencia de su nombre no está muy claro, teniendo a lo menos tres significados.
Según el mapudungún, el nombre proviene de “külon” que es Maqui; por otra parte el huilliche lo relaciona a “kellun” que significa ayudar; mientras que en otras etimologías significa “lugar de auxilio”.
A Quellón se llega por la carretera panamericana, la que termina con el Hito Cero en el balneario de Punta de Lapas, representado por un sacho o ancla tradicional chilota.
En esta ciudad llama la atención que las construcciones no están en el bordemar y eso tiene una gran explicación, luego del terremoto de 1960 que afectó a la zona sur de Chile, el tsunami devastó este territorio.
Fue entonces que la ciudad tuvo que volver a construirse en los cerros, sin embargo Quellón Viejo aún guarda vestigios de una época pasada, donde destaca su bella iglesia.
Después de recorrer este pintoresco lugar, desandamos la Ruta 5 para entrar en Chonchi, un bello pueblo construido sobre el cerro y el mar.
Chonchi es conocida como “Ciudad de los tres pisos”, debido a que se encuentra emplazada sobre tres terrazas naturales. La primera corresponde al puerto, la segunda a las casas antiguas y la tercera terraza a la plaza y su bellísima iglesia: Nuestra Señora del Rosario que data de 1893.
La tranquilidad de esta ciudad sobrecoge y caminar por sus calles o simplemente sentarse en la plaza para admirar aquella magnífica iglesia, son parte de los imperdibles de la zona, junto con recorrer el mercado.
Dejamos atrás Chonchi, porque queríamos llegar hasta el famoso Parque Nacional Chiloé, sin embargo antes de llegar a nuestro destino, nos topamos con dos pequeños poblados, que aportaron gran belleza al viaje.
Así, la primera parada la hicimos en el caserío de Huillinco, que en mapudungún significa “lago de nutrias” y que se encuentra a orillas del lago del mismo nombre.
Sus pequeñas casas, un muelle de madera y la iglesia forman parte del atractivo de este pueblo que encontramos en el camino y que valió mucho la pena.
Más adelante nos encontramos con el poblado de Cucao, lugar de entrada al Parque Nacional Chiloé, que a pesar de ser un pequeño caserío tiene una gran historia.
En 1834 llegó hasta este lugar Charles Darwin quien quedó impresionado por la cantidad de especies autóctonas que encontró en la zona.
Sin embargo, después del terremoto y tsunami de 1960, Cucao casi desapareció por completo y los pocos habitantes de etnia huilliche que quedaron en la zona, lograron sobre ponerse a esta catástrofe y han mantenido al poblado en pie y convertido en un gran punto turístico.
Finalmente, llegamos al bello Parque Nacional Chiloé, creado en 1982 y que posee una superficie de 42.567 hectáreas.
Cuenta con diversos senderos para realizar trekking, pero nosotros tomamos el que dura aproximadamente una hora y recorrimos los bosques de madera nativa de la zona: tepa, luma, alerce, ciprés de las Guaitecas, pitra y el arrayán. Este último el que más me llamó la atención por lo frío y suave de sus troncos.
El parque esta a orillas del Lago Cucao, con grandes humedales y aves que revolotean el lugar; sin embargo no debo dejar de mencionar las grandiosas plantas de nalcas, que en ese sector crecen de forma gigantesca!!!!
El sendero nos llevó hasta un mirador de las Dunas de Cucao, desde donde pudimos admirar los kilómetros de playas de arenas blancas y el maravilloso e imponente Océano Pacífico, que ondeaba el mar con un viento que calaba los huesos.
Para llegar a la playa, nos encontramos con muchas vacas que nos miraron sin sorprenderse de nuestra presencia, cruzamos las dunas y lo mejor de ese momento fue sentarse, admirar y descansar. Nuestro bello viaje comenzaba a finalizar.
Antes de cerrar este último capítulo no quiero dejar de mencionar dos lugares más. Nercón, donde nos maravilló su Iglesia: Nuestra Señora de Gracia de Nercón que data del siglo XIX y que forma parte de las 16 iglesias de madera nombradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Y también quiero mencionar el bello pueblo de Quemchi, cuna del escritor Francisco Coloane, quien escribió el famoso libro “El último grumete de la Baquedano” y que bautizó a la zona como “la comuna de los mil paisajes”.
Quemchi está frente a la isla y canal Caucahue, su nombre proviene del huilliche “quemchu” que significa tierra colorada o rojiza. Es un lugar lindo y su colorida iglesia es uno de sus grandes atractivos.
Y así terminamos nuestro viaje, volviendo a Chacao para tomar nuestro ferry que nos llevó nuevamente a tierra firme; y donde nos trajimos toda la magia de Chiloé en nuestros corazones.
Al final, no sentimos un poco más ricos, porque nos vinimos al continente con la identidad, cultura y belleza de un gran territorio.
“Se cuenta que el Trauco es un hombrecito que mide alrededor de 80 centímetros, tiene un rostro varonil y feo, sin embargo posee una mirada muy dulce y sensual. No tiene pies, sus piernas terminan en simples muñones.
Dicen que viste traje y sombrero y en su mano derecha lleva un hacha de piedra, que remplaza por un bastón, llamado Pahueldún cuando se encuentra frente a una muchacha soltera que ha ingresado al bosque.
Cuando divisa a una niña, desciende rápidamente del árbol. Al encontrarse al lado de la mujer, el Trauco le tira su aliento, haciendo que ella caiga en un profundo sueño de amor sin ninguna resistencia.
La muchacha, al despertar del embrujo, regresa a su casa sin saber lo que sucedió. Nueve meses después, nace el hijo de este misterioso ser”. (Leyenda del Trauco)
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